30.11.09

INTRODUCCIÓN

Esta es la historia de Adam Samm, nacido en 1985, en el último de todos los siglos, pero ésta es la introducción, así que creo que su historia se debe de contar hasta el capítulo uno, en esta parte tan solo hablaré de su genealogía…

Comienza hace millones y millones de siglos, cuando en un rosado paraíso conocido también como El Cielo, existían seres muy distintos a los seres que solemos conocer, bolas de energía amorfas, plenas en perfección y de sabiduría inalcanzable, bendecidos con la benevolencia de la vida sobre la vida. Eran seres sin volumen, sin cuerpo material, eran absolutos en luz, esto era hasta el año de la revolución…
Se dice de un líder, un arcángel de nombre Luzbel, abnegado a su condición de sumisión, pues el único requerimiento del señor padre omnipotente para con todos sus seguidores, nunca preguntar más de lo que Él les hacía conocer, hasta la sabiduría inalcanzable debería de ser limitada, todo para jugar en los pastos que hacen a dios, más dios que sus hijos; un grave error cometió Yaveh en aquellos días y es un error que para su ególatra actitud no debería de haber repetido, dotar a sus creaciones con la curiosidad por el universo y lo desconocido. Luzbel se negó a aceptar las limitaciones de su amo, y en su rebeldía por en ansia del saber y poder más de lo previsto, inició una guerra como nunca se había desatado en los confines del lugar de la paz plena. Aliándose con ángeles ahora olvidados como Falsé, Antt, Herb, Hadé y Thethark, decidieron dejar atrás la innecesaria dependencia por papá, y en su autoconocimiento para las inexplicables posibilidades de su propia capacidad, encontraron la manera de cambiar su forma etérea para convertirse en lo inaudito: Seres sólidos.
Al enterarse de la osadía de sus niños, Yaveh dejó escapar la ira que nadie jamás presenció, como una ola destructora, el viejo reinado en el imperio de la luz cayó, y quedó sepultado con el nacimiento de la muerte y la desolación. Tras la completa solidificación de las tropas del imperio, la batalla llegó a ser una guerra pareja sin par, terrible aún más que las millones de guerras humanas que cualquiera pudiese recordar.
La estrategia planteada por Miguel, era la de el encuentro del rebelde alfa para hacer caer a los enemigos, sin embargo la dificultad era de magnitudes que aún la gracia de los leales podía contener, la única manera de confrontar al pecado parecía ser que era el pecado mismo… Miguel infiltró las áreas prohibidas en el imperio de la luz, para robar el arma más poderosa de las tropas, el rayo imposible de poseer aún a la hora de la crisis de las peores, la espada sagrada de Yaveh. Una vez robándola, logró penetrar las barreras de los némesis y así acabó con la utopía de los que se preguntan… Castigando a Luzbel con la deformación a lo que ahora podemos llamar la serpiente, ser desterrado después a los pastizales de los mañanas.

Las consecuencias resultaron catastróficas, luego de la tormenta no fue la calma lo que le siguió a los suspiros del señor, el vacío nació aquel día, en el que Yaveh volteó hacia sus tierras, y las vio vacías, sangrientas y estériles… muertas… No solo la muerte reinaba en aquellos parajes desaparecidos, sino la perdida de su familia, de sus creaciones, y al fondo de sí, Él sabía que era el único culpable de su condición.

Se nombró al máximo ordenador del imperio, el arcángel llamado Rafael, fue nombrado el embajador de dios en las tierras del futuro, el señor del porvenir, para dictar del mañana un mejor destino, uno distante al que había cometido en casa. Fue éste arcángel el que hizo las cuentas millonarias de las pérdidas para que dios se percatara de sus errores y llorara almas en los desiertos de lo malgastado. De varias centenas de arcángeles que había antes, ahora solo quedaban seis: Gabriel, Rafael, Pz, y Miguel, condenado a vagar en castigo a su crimen por las tierras del purgatorio por doscientos años, pues la justicia seguía siendo la justicia aún para el salvador de las reglas. Quedaba su hijo, Jesús, herido en las hazañas de la guerra, ochenta y nueve mil millones de ángeles, de ciento veinte tres mil cuatrocientos cincuenta y seis cuatrillones que había antes de los enfrentamientos. Doscientos sabios, cuatro jinetes de la redención, y quince moummons. El futuro se generaría tras la petición de Rafael a yaveh, de la reconstrucción del imperio, y la pregunta del auxilio de los sabios para la elaboración de reinados inexistentes en el tiempo asesinado, un lugar reglamentado por su ser mismo, sin necesidad de vigías o alteramientos sobrenaturales, un mundo orgánico, atrapado en dimensiones sin riesgo para los vivientes.

Fueron cuatro los sabios que decidieron ayudar a Yaveh en su empresa de reconstrucción, uno creó la tierra, otro generó al aire, uno más al fuego, y el último creo las aguas, uniéndolos todos para la construcción del universo de las novedades, uno nombrado positivo, con miles de millones de planetas viables a la vida y a la oportunidad segunda que la vida merece tener.

Yaveh fijó sus ojos de esperanza en uno muy lejos de cualquier lugar, un planeta más azul que la mayoría, esa esfera a la que hoy llamamos Tierra, y tras el perdón del rebelde, dando opción a los sueños del renegado, tras alguna visión de éste, se regeneró la vida en seres reptantes que conquistaron el planeta por una cantidad considerable de años, seres más bestias que parecidos a la humanización de los ángeles, dinosaurios sin alma para ser rescatados del abandono celestial. Los seiscientos sesenta y seis millones de años de castigo concluyeron por esos días, y Luzbel y su gente cayó en la Tierra, fundando maldad y destrucción, su odio, y su venganza acrecentaban la inhumanidad de los reptiles, inhabilitándolos de la gloria. Esta vez, yaveh decidió no actuar y tan solo les quitó el hambre y la sed, dejándolos a la merced de la muerte y con sus futuros sin opción a la salvación.

La decepción fue factor de tristeza en quién crea al destino de los insignificantes, pero Rafael aconsejó dar una segunda oportunidad ahora a la vida, a aquello que aún no existía y podía prometer un mañana épico sin contrariar los anhelos de auto redención de dios. Los generadores de la vida viajaron a un nuevo planeta lejos de la Tierra: Némesis; lugar donde corrigieron lo que ellos creyeron fue el error en la exagerada libertad con la que habían dotado a los estúpidos dinosaurios, infinita comprensión de las estructuras del universo, sabiduría y razonamiento incomparables con nada, pero talvez el conocimiento y la comprensión no tengan a los dioses como plataforma para sus tecnologías…
Ateos fueron esos que vivieron en Némesis, enemigos de la idea de la salvación divina, la única obvia salvación está en el conocimiento de la estructura atómica del ser absoluto y la posibilidad expuesta ala prueba tangible, nada que un nemesiano no pueda controlar.
Dios trató de comunicarse con ellos de milo maneras, pero ellos no creyeron ni en una sola, y algún loco que llegó a creer en los gritos de desesperación del improbable, se le consideró error para la sociedad y se les condenaba a manicomios, sin opción para dialogar sobre sus creencias, pues solo hay una cosa en la que se puede creer en Némesis, y es en la ciencia.
A pesar de que los medios nemesianos resultaban orgullosamente pacíficos, esta negación para el que los crea solo trajo más tristeza a los ojos destrozados del señor que consideró su segunda obra un fracaso más a su lista de desgracias.

Gabriel era el arcángel más joven de la vieja tribu existente, y se la pasaba meditando mucho sobre la posición de su padre para con sus creaciones, esos fracasos, que talvez solo eran difíciles pasos para concretar la raza de la que dios podría llamar familia. Y al verse a sí mismo, en su forma bélica, propuso a Yaveh, la creación de seres a imagen y semejanza suya, capaces de que al morir, tengan la oportunidad de repoblar el imperio, en un esfuerzo por el bien y el renacimiento de lo ahora olvidado.
Yaveh aceptó las propuestas de Gabriel, y creo la vida humana en la Tierra, todo tras la absoluta eliminación de los dinosaurios, quienes aún tras el castigo de extinción puesto por el que todo lo puede, habían sobrevivido, y aguantado las páginas de los días con una fuerza lo suficientemente atada a la vida como para afrontar a la muerte a la cara; fue con un meteorito con lo que logró acabarlos de una vez por todas, piedra destructora que cayó en Yucatán, justo en la boca de los imperios de Luzbel, portal por donde los demonios iban y venías a su antojo, pues no más, no más…

El cometa eliminó a los dinosaurios, y la vida reinició.
La raza se fue generando como una plaga ante las naturalezas plasmadas de hermosa belleza, repoblando el absoluto, nació la nueva raza de Yaveh, seres a imagen y semejanza suya. Adán y Eva fueron los primeros, tentados por el mal que subsistió tras la extinción. Yaveh solo les puso una única regla, y era la de no comer de cierto árbol sagrado.
Fue una mañana durante el desayuno, cuando la tierra se cuarteó y humo negro brotó de las entrañas del planeta, una ligera explosión que hizo a los ojos de los mortales presenciar lo que nunca habían conocido, el mal. Esa alma maligna que se postraba ante ellos se pintaba reptílica, ser de ojos engañosos, y libre como ni ellos lo eran. Luzbel era aquel que les propuso comer la manzana del árbol sagrado para volverse aún más fuertes que dios, pues si este no quería que comieran del árbol era por el miedo a ser superado. Eva creyó las palabras del maligno, y al morder la manzana prohibida, Luzbel se esfumó con el viento, mientras Yaveh descendía de los cielos para exiliarlos del paraíso, por su desobediencia y su codicia, Eva sería condenada por el resto del tiempo. No obstante, Yaveh los perdonó dejándolos vivir, y dejándoles como único castigo el tener que afrontar una vida mortal susceptible al dolor y a la decepción. Ese día Yaveh abandonó a sus hijos y los dejó a expensas de la vida.

Pasaron pocos años para que Luzbel diera la orden a su discípulo Antt de engendrar la sangre de Adán, para gobernar en la vida de los pródigos, y robar en venganza la sangre de los hijos de quién lo condenó. Nació el primogénito sano, pero el segundo de la familia de los hombres, un asesino nato resultó… Caín, sin compasión por su hermano, le quitó la vida, en un acto sin misericordia ni arrepentimiento.
La sangre de Caín trascendió en la sangre de sus descendientes, teniendo en cada generación el máximo pecador y enemigo del imperio, cada generación, la Tierra presenciaba el nacimiento de un Anticristo. Representaciones dignas de Luzbel, soldados de bandera anarquista, que repudiaban al entorno, y lo modificaban a su gusto.

Parecía una gran crisis para la relación hombre-imperio, así que este último miró la Tierra con los ojos del cielo, y contempló una ciudad regida por un rey anticristo, uno perverso, uno trastornado y trastornador. Yaveh decidió castigar a los pecadores de aquella ciudad, y mandó a un ángel a tomar las aguas de los mares y lanzarlas hasta la más alta de las montañas, y así eliminar el legado anticristo de una vez por todas. Un peregrino, de mustia procedencia fue salvado por el imperio, construyendo un arca para salvar a los animales de la zona, y a toda su familia. Ese de nombre Noe era hijo de una prostituta que algún día el rey contrató y engendró el legado en él. Fue varios años después de su salvación cuando Yaveh se percató de sus errores.
Noe viajó a las tierras egipcias, donde convenció a los faraones más influenciables a castigar al pueblo creyente, condenándolos a la esclavitud y eterno sufrimiento. Consiguiendo así, una de las más importantes conquistas de Luzbel en el reino de los hombres.
Yaveh engendró a un ángel en un humano de nombre Moisés, libertador de los esclavizados, y destructor del magnificente imperio de los egipcios. Un faraón recorrió los desiertos y cruzó los mares hasta llegar a donde el emperador Julio Cesar estaba, pidió alojo, y el asilo le fue aceptado. El egipcio enamoró a la hija del cesar y procrearon al siguiente de los engendros, y el linaje persiste tras confusos acontecimientos provocados por el infierno mismo, y el siguiente engendro relevante es el maligno y peligroso Herodes.

Pocos años transcurrieron para que Yaveh enviara un elemento importante a la tierra, su hijo predilecto, Jesús. Nace en una familia humilde en un pueblo en medio del desierto, y la misma noche tres sabios venidos del imperio bajaron también a adorar a quién podría salvar a los hijos de su rey, del tormento de la existencia en la condena de Luzbel. Pero los sabios tuvieron que andar por varios reinos antes de llegar al pesebre y ver al niño, y en un pueblo uno de los sabios se emborracho y reveló a un centinela de la llegada de dios a la tierra, y que esa figura en la tierra sería conocida hasta el fin de los días como el rey de todos los reyes, que tiene como consecuencia el mandato de Herodes del infanticidio en masa de los niños nacidos esa noche de diciembre.
Jesús pasó la prueba de paso con Herodes, pero las trabas se le fueron complicando más y más. Luzbel tomó el cuerpo de un hombre y engendró a un demonio en ese llamado Judas, a quién infiltró en los caminos de Jesús, y finalmente lo vendió a los romanos, que lo llevaron a la cruz donde vio su último fin.
El día de la crucifixión, el hombre colmó la paciencia de dios, al bestializarse y martirizar al hijo que les había mandado para su bienestar. Todos los que alguna vez se dijeron los amigos de Cristo le voltearon la cara por temor a la represión del emperador.
En la cruz, Cristo es cuestionado por otro de los ladrones condenados, pero el tercero de los que esperaban su muerte confirmó su creencia en él, y Cristo prometió el paraíso para quién afirmó su procedencia. Finalmente Cristo rogó perdón por los actos de sus torturadores y murió. Yaveh concedió ese perdón pero amenazó con la absoluta destrucción si acaso se cometiera el error por una segunda ocasión.

Tras ser advertidos, Gabriel vino a la tierra, en búsqueda de un hombre cuya procedencia realmente siempre ha sido un misterio, ese llamado de nombre, Juan, solo para llevarlo al nuevo imperio y darle la advertencia más temida por todos los que alguna vez pisaron el planeta Tierra.
Al llegar Juan con Gabriel a la corte de Yaveh, al lado de los sabios, se encontraba el mounsman más poderoso que jamás hubo en el universo, y cuatro desastres que conocemos más como jinetes, así como los siete ángeles de la perdición.
Dios mostró con su mano derecha el panorama apocalíptico que esperaba a la Tierra para el siguiente fin del mundo. Tras la admiración y aterrorizado de por vida, Juan escribió lo que para la Biblia sería el libro de las revelaciones.

La legión de los engendros persistió y continuó abarcando los rincones más recónditos del planeta, al veloz paso de la industrialización humana. Quetzalcoatl, el ángel de la prevención llegó a pedir prudencia en el continente que iba a ser conquistado en poco tiempo, pero al final, el mal inundo esos terrenos también, ahogándolo todo en una interminable oscuridad.

La última de las generaciones de anticristos fue adquirida de una manera hasta incomprensible por una señora de apellido Samm, en los confines de los nuevos territorios, en ese mundo donde ni los océanos pueden detener las visiones de los consiguientes.
El final por fin ha llegado, y el sueño de un mejor mañana es tan solo un anhelo que nunca podré llegar a ser verdad, la noche esta vez será eterna, y la vida de los de buenas intenciones tan solo será la burla de los que se abrazaron a sus malas acciones, como única esperanza

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