-“Pues bien, ¿No se puede decir ya a ciencia cierta que el mundo se está volviendo loco a su máxima expresión literal? No sé, francamente qué puedo decir sobre nada de nada de lo que pasa con esas actitudes de fin de siglo que me ponen la piel de gallina…Hablo de la japonesa esta, en Tokio, que dice que vino Luzbel la noche pasada, saliendo de en medio de su pared para decirle que estaba preñada con el hijo del diablo, ¿Qué quiere decir esto, la maligna concepción? Mi madre siempre dijo que las caricaturas japonesas eran baño del infierno, que sus ojos angelicales eran la prueba tangible de su maldad, no sé qué pensar… Siempre he creído en no creerle a mi mamá, ¿Porqué demonio tendría que creerle a una japonesa que no es mi madre? Yo no soy el anticristo ¡Caray!”-
-“No podemos decir más que, el mundo está protestando por el ya, disco de oro, anticristo superestrella del cantante industrial Marilyn Manson, autonombrándose con el mismo título que su álbum posee, los rumores fluyen como río en medio de la farándula, fortaleciéndonos a los comunicadores, y haciendo un caos a la comunidad cristiana de norte América, la cual ha iniciado una serie de protestas y manifestaciones en contra del cantante”-
-“En otras noticias, ya para la fecha, incluso de manera irrelevante, por la serie de comunicados de tipo gore y fanatista, en Belem, un sacerdote afirma haber visto salir de los ojos de una virgen monumental sangre, dándole ideas para la creación de una nueva religión, pero no era la creación de una religión cualquiera, era la generación de un fatalismo increíble, al iniciar una serie de suicidios en masa trascendidos en las sectas que ya han llegado incluso a los suelos de Estados Unidos, la policía ha decidido, de nueva cuenta, tomar cartas en el asunto, pero según parece, el líder de la secta ha muerto ya tiempo atrás en uno de estos suicidios masivos que ya hemos dicho con anterioridad. De cualquier manera, CNN seguirá investigando la noticia hasta no dar para más”-
Los ojos de Adam, ven en silencio, al mundo desde la pantalla, la tele como ojo para el mundo afuera de su casa, resguardado tras ese cristal por donde el oye al mundo transcurrir, envuelto en una cobija en la que talvez encuentra una ligera salvación antes de la llegada de lo inevitable.
A veces uno debe pagar por los actos que se cometen, sin embargo, cuando se paga por las acciones que otros han realizado, la injusticia es lo que se vuelve más perjudicial al castigado. Y terrible fue la apocalíptica era a la que Adam fue asignado, siendo protagonista sin nunca haberlo querido de la serie de horrores más asombrosos que cualquiera de su tipo pudiera vivir jamás…
Adam nace en el seno de una familia de raíces católicas, en el ombligo del opus dei. Todo el tiempo, la religión ha sido el tema de conversación en la mesa familiar, sus tías se desviven por el honor a dios, y peculiar caso resulta su familia específica, pues mientras que tiene a las tías que no viven sino para la iglesia, su madre y su padre han creado perspectivas objetivas para lo inexplicable de la religión. Adam realmente no cree en las fábulas sobre el Apocalipsis y el fin del mundo, y hasta se ha corroborado con los pensamientos de Stephanie, su madre. Cuando en alguna ocasión la duda inundó la mente de Adam, acudió, normalmente, a su madre, quien tenía que elegir entre su opinión personal o los dogmas de la familia… Stephanie habló a Adam del final, no como un final desastroso, no como el terrible bíblico, sino como el fin propio, la autoextinción, no había nada que temer, pues el fin del mundo, el único fin del mundo es el fin de cada uno de nosotros, y eso muy en la opinión de la cariñosa dama. Y esto lo había escuchado de su madre, Rita, la única de un gran clan de hermanas fanáticas que decidió tan solo ser, y dejar de lado el esclavismo que tanto caracterizaba a sus familiares. Los ojos de ochenta y cinco años de la abuela Rita, había presenciado cosas inéditas, increíbles y sabias… Tan sabias como para hacerla ver su propio porvenir de muerte como tan solo una bendición más para el bienestar suyo y de los que ella amaba.
Cuenta en una de sus historias que cuando Fanny era tan solo una niña, el mismo Luzbel se acercó, de entre las sombras del amplio y desértico sin saber, para llevarse a su pequeña al lugar de donde no se puede regresar. Infectó sus riñones de una manera fatal, donde los doctores llegaron a diagnosticar que el destino de Stephanie Márquez era incierto, y la ciencia no podía respaldarse en los milagros, francamente no había vistas a que Fanny sobreviviera, una noche, un ángel con las alas de negro entró en el cuarto que el hospital le daba a la niña para salvarla, para sacarla de donde no había ya una salida; el ángel, de pelo oscuro y los ojos de vacío le besó con la gracia y la salvación, en sus labios de chiquilla, solo para después desaparecer como el suspiro que se olvida. Stephie sí se acuerda de todo esto pero teme a corroborarlo por temor al qué dirán, así que guarda su vivencia como algo secreto que su madre cuenta como cuento que nunca fue verdad.
Actualmente, Fanny tiene cuatro hijos: Adam, Mario, Lidia y Amanda, y esta casada con un hombre al que considera maravilloso, fiel e incorrompible: George Samm.
Los orígenes de George no se pueden platicar de manera tan católica como los de Fanny, pues nunca se le educó de esa manera. Sí eran familia de iglesia los domingos, pero no eran tan entregados como para darlo todo como el caso de la familia de su esposa. George es un hombre tímido pero trabajador, un hombre amoroso con su familia, pero temeroso, y es cuando la luz se pierde, que siente ese respiro en la oscuridad que a nadie pertenece, como si las sombras pudiesen finalmente respirar cuando las luces han sido calladas. Y esto lo hace temer… Teme a las historias de un futuro no iluminado, teme a la tenebrosa ola de negritud que la noche arrastra, teme que después de mañana ya no exista algo por lo cual dejar su piel como innecesaria y tener una razón para vivir. No obstante, el beso que Fanny recibió de él tras la frase “puede besar a la novia”, trajo nuevas responsabilidades a su vida, y decidió dejar sus demonios en el pasado y no volverlos a tener nunca más, pues un padre con miedo no puede ser un buen padre. Entonces se dedicó al negocio de la papelería, negocio fructífero para todos los suyos, bueno, lo era hasta que su padre, Malcolm Samm murió, desde entonces su economía ha sido forzada hasta sus capacidades más limitadas, ahorrando como locos para pagar la vida de los nuevos Samm, y la escuela de los niños. Tras la muerte de su padre, el temor revivió un poco en George, temiendo que tras la pérdida de su jefe el vacío no solo lo alcance a él sino a toda su familia también.
De los hijos Samm, Adam es el mayor, pero me daré tiempo para hablar de él después.
Mario, el siguiente, es un niño, psicológicamente hablando Loco. Es un enfermo mental, tiene ya desde un tiempo atrás que será secuestrado por ovnis, que su abducción fue prevista en una especie de premonición, y que ya no puede escapar a su destino. Amanda y Lidia son gemelas, de tan solo diez años, en general no tienen una vida fuera de lo común, son muy normales para la edad en la que ahora viven.
Una noche, ya hace un tiempo atrás, Adam tuvo un extraño sueño, tan real como sus ojos pudieran juzgar, lo único que puede diferenciar al sueño de la realidad era su despertar. Y es en la edad oscura donde la historia de sus sueños es narrada. Mostrándose a sí mismo como un caballero de armadura metálica negra, de caminos solitarios, y destinos inciertos, muy lejos de donde la gente habitaba. Galopa por las montañas sabiendo que su lealtad es para el rey Noah, y a su preciosa hija, la princesa Grisel, y sabe que este compromiso debe de ir aún más lejos de lo que la muerte pudiese permitírselo. Todo esta dicho, y ya parece que ya no hay sorpresas en el futuro de éste caballero, pero la sábana del tiempo corre más rápido de lo que él tarda en asimilar al todo. Parecen dos atardeceres los que pasan, cuando es advertido por alguien de confianza, sobre una guerra venidera, la peor en la que hubieran estado. Los sueños son veloces, y aún más veloz es la desgracia, pues tremenda masacre era la escena que continuaba con la narración, sangre y dolor por donde sea, un cuarto donde trozos de gente se esparcían por toda la habitación, esa gente era su gente, esa gente era su familia, su esposa… su todo, Sir Heather of London, blande su espada con fiereza y Adam es asesinado también. Cae… y cae tan profundo como cualquiera pudiera caer, a lugares recónditos donde el llanto de sus compañeros ya no se oye tan claro como cuando la caída comenzaba, a esa altura, donde hasta las lágrimas de aquellos humedecían el descender de quien moría, y no sabía que ya había sido terminado.
Largas columnas de humo marcaban el rastro del guerrero, el hombre estaba en llamas, y parecía que el ardor del fuego que lo desplegaba, en esa nada en medio de los tiempos, no quemaba realmente, pues su desnudez era tan solo vestida por las llamas dibujándolo. Y no era el final del túnel de vacío lo que lo inquietaba ahora, era que, cuando antes el camino parecía ser obligatorio y único, en un instante dos gigantescos portales se postraron en su descenso, círculos de fuegos, que no dejaban ver más allá que el color que les representaba, un círculo teñido de rojo, y otro de blanco; Adam trata de nadar en el espacio hacia el blanco, pues la sensación en el túnel, más que ser como el espacio terrenal, era como un agua donde la asfixia no existía, sin embargo, el fuego rojo consigue lo que el paralelo no puede, absorber al recién llegado… Adam se desintegra en partículas para pasar al otro lado del sangriento incendio que lo tragaba.
Los músculos le rugían en quejas contra su unicidad, sus huesos tronaban como piezas de máquina nueva, su piel ardía como solo el sol alcanza a quemar en el ocio de una playa, y sus ojos irritados eran los de un neonato aprendiendo a conocer la luz, muy paradójicamente al lugar en el que estaba, oscuridad y desconocimiento. El lugar era como una cueva que no era cueva, era la sombra de paredes de piedra, no arquitectónicas, más bien de naturaleza pura y muy salvaje, como si las rocas tomaran direcciones adversas en un abrazo eterno, salvándose de lo que rige donde el cielo tormentoso no cesa. Adam, después de un rato de reconocimiento, decide levantarse e ir a investigar, pero aún así, la profunda negritud lo conducía inciertamente. Con sus brazos estirados y el raspar en la planta de sus pies creía ir caminando a donde más fortuna tendría, por lo menos donde la luz existiese. El clima era gélido, y su andar lo resentía, su cuerpo desnudo temblaba mientras el frío lo congelaba lentamente, aún así no paraba, él sabía que si abortaba su necesidad la miseria del lugar lo asesinaría. Finalmente, tras varias horas de recorrido, la luz, aunque tenue, apareció al final de la cueva, una luz de vela, un reflejo de esperanza, que en el fondo de Adam jamás dejó de existir; un suspiro de alivio animó al invitado a correr a donde deseaba, siempre con el anhelo de la salvación (ingenuamente).
La cueva continuaba, pero la luz dejó ver lo que dentro tenía. Millones de cuerpos humanos retorciéndose de dolor en el suelo frente a Samm, cuerpos, que al moverse dejaban ver llagas de calor siendo corroídas con su propio sudor, sus mandíbulas se consumían por insectos del lugar, sus apariencias esqueléticas lo obligaban a retroceder, clamaban auxilio, señalaban al nuevo con recelo y falsas esperanzas, pues a pesar del estado cansado y herido de éste, el no sentía el calor que los anfitriones sentían, -“¡Nos quemamos!! ¡Sálvanos!”- Las miradas rojas mostraban el sufrimiento extremo que todos vivían, sus parpados quemados asomaban sus grandes ojos ahogados en dolor, y este los sofocaba al grado de no poder acercarse mucho a donde el extraño estaba, ya que a cada movimiento fuera de su ciclo normal, la agonía se triplicaba, y las convulsiones reiniciaban, haciéndolos vomitar, defecar y sangrar de tan insoportable que se volvía la situación.
Más allá de donde los campos de muerte se alcanzaban a ver, una figura en velo negro, de altura atemorizante, con una mirada al infinito, que a cada paso que daba hacia Samm, más se parecía al portal del fuego por el que entro. No pareció mucho tiempo el que el monje tardó en recorrer los terrenos del sufrimiento para llegar frente al recién llegado, ese que no se atrevía a caminar hacia delante y pisar a los que ya mucho pesar sentían, ni volver atrás, a la oscuridad desmesurada.
-“Vos sois el espíritu de renovación que el entorno de maldad ha seleccionado”- decía ese frente a Samm, luego de retirar la capucha de su calva y grisácea cabeza –“Vos ha sido visto por Yaveh, vos ha tocado a los enemigos del destino, vivido milenios, más allá de lo que cualquiera pudiera tocar, y has conocido el principio navegando por el fin, dividiéndose en eras, en edades, en miles. Y la selección de Yaveh entra a las horas del amo, al instante de sombras y nuevos bríos para la raza. Sois la semilla maligna que traerá libertad a las hordas, sois eres la llave para que el espíritu recorra la Tierra. Vos que te tendréis la mano del eterno tendréis que elegir o el tiempo será vuestra perdición… Vea y vuelva a ver”-
Entonces el piso se quebrantó, abriéndose brechas a la nada que aguardaba abajo, pensó en clamar ayuda, pero la poderosa e imponente mirada del monje no le permitía decirlo. Los adoloridos caían uno por uno a un lugar más debajo de donde estaban, y llegó el turno para que Samm cayera también; alcanza a agarrarse de una piedra aún sin romperse, y el monje sólo lo veía, pero la piedra no tardó en colapsarse, y Adam cayó también. Ésta vez no duró mucho la caída pues rápidamente cayó en otra piedra que flotaba en el plano siguiente. Una roca no muy grande, pero tampoco muy chica, que volaba alineada con otras rocas voladoras sobre ríos de lava incandescente, que hacía creer a Samm que el sufrimiento de los de arriba habían causado. Más se asomó al borde de la roca, para poder ver más por debajo de ésta, y vio esqueletos vivientes carcomiéndose con la lava, incandescentes, insufribles; habían dejado ellos su humanidad ya un largo tiempo atrás, y ahí jamás la recuperarían; algunos aún traían rastros de piel chamuscada colgando entre sus costillas o en alguna parte pegada a sus cráneos, fundida al hueso, hecha chicharrón. También vio a los alacranes caminando a la orilla de los ríos, pescando a los que menos consumidos estaban, con redes de acero, con picos por doquier, capaces de quebrar hasta el hueso con ellos, esclavizadotes mitad humano mitad alacrán, tan venenosos como solo el infierno puede contener. En algún momento uno de ellos volteó la mirada hacia arriba y Samm creyó que lo miraba a él, así que temeroso volvió a la parte superior de la roca, solo para encontrarse con un dragón gris tapando las rojas nubes del firmamento. Este rugió intimidando aún más al muchacho, quien aterrorizado gritó y gritó tanto, que Samm despertó…
Pasó un largo tiempo antes de que Adam pudiera superar la experiencia, pero finalmente lo logró. Con el paso de los años entró a la secundaria, un lugar en el que su mente revolucionaría con los fines predestinados, y comenzaría la etapa preapocalíptica en la que conocería su verdadero proceder.
Era el primer día en secundaria, la común timidez de Adam lo hacía desconfiar, temer, afrontarse, pero sabía también que sin desición nada se lograba ni de uno ni de otro sentido, así que tras largas series de porqué sí y porqué no, dio un paso adelante y entró a la secundaria. Y gran seguridad le dio al ver sentado en primera fila, en el salón que le tocaba a Carlos Estaño, su mejor amigo de la primaria. Recordando algo que antes había sido irrelevante en los recuerdos de su sueño, en éste, Carlos también era su mejor amigo, antes de su descenso a los infiernos; no sabía con certeza si creer en las coincidencias.
La primera semana pasó irrelevante, tranquila y silente, conocieron a un buen muchacho de nombre Teodoro, era burlón y hasta lucido, pero a fin de cuentas era un buen amigo y eso era lo que les interesaba a Carlos y a Adam.
Era Viernes, era ya noche, y Samm, justo antes de dormir escuchó inmerso en la oscuridad de su cuarto un voz que potentemente decía –“SAMM, SE QUE LAS PEORES CALAMIDADES HAN TOCADO EL NERVIO DE TU ALMA, Y AÚN ASÍ HAS PERSISTIDO EN SANO CONTINUAR, RECUERDA QUE YO TE HE SALVADO ANTES, TE HE SACADO DEL INFIERNO, AHORA TU NO DEJES QUE PAPÁ MATE AL PERRO”- -“¡¿Qué?! ¡¿Quién eres?! ¿Qué quieres de mí?”- Pero nadie contestó, el sueño lo venció y los ojos del joven se cerraron lentamente…
La cortina que parecía nunca se cerraría fue cerrada, fue un cruel suspiro el que lanzó antes de morir, y ni el cielo pudo evitarlo, pues talvez jamás movería un dedo por ninguno. Pasaba un mes desde la última vez que los Samm los visitaron, y ahora nunca lo volverían a ver.
El silente espacio que era la sala Samm es quebrantado por el estrepitoso sonido del teléfono. Fanny corre a contestar, pues aunque aún no ha escuchado nada, ese ruidoso ring le llena de malos augurios sobre lo venidero. –“¿Sí?”- El respirar al otro lado de la bocina revela a quien marcaba –“¿Diana? ¿Qué ocurre?”- Oía el llanto silencioso de su hermana, que poco a poco se exasperaba –“¿Qué no lo comprendes Fan?”- -“Diana, tranquilízate y explícame qué está pasando, respira y piénsalo ¿sí?”- -“Es que Fan… ¡Mi esposo se murió! Y no eso lo peor que me pasa, tras la muerte de Fernando, hace ya casi dos horas, no deja de aparecer por toda la casa… Y parece acompañado, hace rato ví a la abuela Fanny y a papá, y todos coreaban ante mí: Adam. Mi impresión me volvía loca, así que corrí al baño y ahí con lápiz labial ví escrito de nuevo su nombre: Adam.”- ¿Qué se puede pensar? ¿Sería el impacto de la perdida? ¿Sería la impresión de lo que ya no queda? –“A ver Diana, cálmate y piénsalo todo en calma, ¿estás conciente de que fuera de lo de la muerte de Fernando todo lo que dices es ilógico y parecen irrealidades? ¿No creerías que lo del lápiz labial pudo haber sido Vilma? Tú sabes cómo es ella”- Pero por más rebelde que Vilma, la hija de Diana, pudiera ser, ella sería incapaz, y menos en un momento así, de profanar con los muertos, y los dolores prematuros –“Sinceramente lo dudo Fan, ella nunca sería tan sádica como para hacer eso, nunca la vería haciendo una tontería como la que es. Y por otro lado, menos creería que Alfredo lo haya hacho tampoco, sabes lo tímido que siempre ha sido, no ha dejado de moverse para buscar bien el papeleo y todo lo necesario para la legalización de la muerte, es un buen hijo, e igual lo es Vilma, no los creería capaces, no, ellos no lo harían”- -“Bueno, no importa, el caso es que estés bien mientras nos movilizamos para allá, ya no llores hermana, ahora le hablo a George para encaminarnos a tu casa, cálmate hermana, ya voy en tu encuentro, ya no llores”-
Alguna vez George, Fernando y Diana platicaron de la mirada secreta que Adam emanaba, ese sentido de absoluto que sus ojos de rojo reflejo dejaban a la vista. Algo había malo en la sombra que a sus pies siempre seguía, y que de un momento a otro podría ser demostrado, no obstante todo eran meras especulaciones. Las sombras atracaban a Diana, por otro lado, muy constantemente. Sería su milagrosa perceptibilidad o su maldito don el que la tenía en algún punto medio entre la vida y la muerte, eso que desde niña la atormentó y podría conocerse como su decaer.
Así, por su anormal sentido de lo paranormal, Diana se había separado de la iglesia, pues la creía involucrado en las trabas de su naturaleza. Alfredo y Vilma entonces habían sido educados bajo doctrinas ateístas y antirreligiosas, apartándolos de las tradiciones familiares, y todo lo que tuviera carácter milagroso en la idiosincrasia familiar.
Ya se acumulaban los grupos perfectos en la secundaria, ya no había necesidad de la timidez o el temor a la no aceptación. Ahora Adam pertenecía a un grupo, al cual la afiliación nuca terminaría. Carlos, Teodoro, Ximena, Alberto, Angélica y Adam eran conocidos por toda la escuela por sus constantes discutas con el director por uno o por otro motivo, a ellos no les importaba.
A los chicos les gustaba ponerse debajo de las escaleras para ver los calzones de las de grados superiores, y ahí se juntaban no solo los amigos de Samm, sino todos los hombres del salón, y también uno que otro de otro salón, dejando las enemistades para partidos de fútbol y batallas campales entre los grupos (a mitad de clases). Teodoro, siempre se distinguía entre todos los chifladores por ser quien más fuerte lo lograba, y todos le ovacionaban sus insultos, sus dobles sentidos y sus halagos, todos ellos sin repercusión alguna. Hasta ahora…
No podían ver la cara pero si los calzones, así que objetivamente hablando a todas se les trataba con el mismo respeto, o lo que sea que fuera. Y nunca contestaban a los chiflidos, nunca decían nada contra los voiyeristas, tan solo ignoraban. Pero la última de las miradas no aceptó los chiflidos, y tras bajar las escaleras se dirigió a los léperos adolescentes y les dijo –“¿Se divierten chiflándole a las niñas de tercero y viéndoles los calzones?”- -“Para algun lado teníamos que mirar y si cerca no se puede mirar nada sobre nada, mirar lejos tendría que ser la forma de complementar nuestras necesidades”- Lucido Teodoro –“¿Porqué mejor no nos comprendes y nos dices cómo te llamas?”-
-“Me llamo Grisel, y aunque puedo ignorar sus cochinadas no lo olvidaré, así que preferiría que de ahora en adelante dejaran de hacerlo, con eso me refiero a ¡Nunca Más! Bien, y ¿ustedes cómo se llaman?”- Todos se presentaron, y especial atención puso sobre todo a Teodoro, que siempre tenía algo que decir, y a Carlos, que le gustaba a toda mujer en la escuela, en ocasiones llegaban a pensar que era tanto su pegue que hasta las maestras tenían la necesidad de tenerlo. Y, aunque Adam anhelaba ser el más reconocido por Grisel, ni la mirada a los ojos le pudo regalar. Pero, como lo era para todos los de la familia Samm, para Adam también lo era: Rendirse es perder. Y se proponía conseguir a la nueva conocida a cualquier precio.
Por otro lado, al ver el caso de Grisel por Teodoro, Ximena empezó a sentir grandes arranques de celos, pues mucho quisiera ella ser el enfoque del verbo viviente, y es aquí donde nos percatamos de la realidad estúpida de cupido, que había hecho a Ximena enamorarse de Teodoro, y a Teodoro enamorarse de Angélica. Lindos círculos viciosos del amor, más irreverentes que un infinito laberinto en Minos, más complicados que los más difíciles ejercicios de cálculo diferencial, así se siente y uno puede saltarse un paso pues eso podría convertirse en fracaso, y luego en depresión.
Los intentos de Adam por llegar a Grisel se veían constantemente fraguados por el gusto que Grisel sentía cuantiosamente por Carlos, a quien en realidad no le importaba para nada la opinión de quien Adam había conocido en una vida del pasado, Carlos conoció a otra chica, una diferente a Grisel, tanto física, como mentalmente, una niña llamada Pamela. Pero cuando Grisel se enteraba del nuevo romance de quién ella amaba, la tristeza le sobrecogió y se encorvó para resguardarse de la realidad. Qué irónico es el amor. Al ver la tristeza de su chica platónica, Adam investigó a la tal Pamela, tan solo para descubrir que la susodicha Pamela había engañado con otro a Carlos desde antes de conocerle. Adam le dijo a Carlos, y la relación acabó. Y mejor tener a una Grisel feliz lejos que a una Grisel inmunda cerca.
La secundaria organizaba cada cierto tiempo un baile escolar, en éste era necesario traer a alguien de acompañamiento, y a diferencia de los bailes gringos, aquí no era necesario bailar, era más bien como un sonidero escolar. Era por esos días cuando, luego de ver el esfuerzo de Adam por conquistar a Grisel, y ver a ésta tan enamorada de Carlos, Teodoro decide platicar con el último.
-“Wey, ¿has visto la manera en la que Adam se esfuerza por conseguir ser visto por Grisel, y todos sus esfuerzos de banalizan por tu culpa?”- -“¿Porqué por mi culpa? Yo no he hecho nada para que él y ella no estén juntos”- -“No seas tonto ¿Qué no ves la manera en la que ella te mira? ¿No ves como Adam babea por ella?”- -“Sé lo de Adam, pero si acaso Grisel quisiera conmigo, eso no me importa, ella no me gusta”- -“Pero como Adam queda en medio, él es el único que está perdiendo”- Carlos y Teodoro apreciaban con sinceridad a Adam, y el verlo tan obsesionado con Grisel los hacía sentirse culpables y responsables. Carlos no se quedaría sin hacer nada tras esta charla.
En la escuela, siempre tuvo una popularidad increíble, no había una sola niña que no le pusiera los ojos encima. Era hora de utilizar esta suerte.
Casi ningún niño se atrevía a ir a los pasillos de grados superiores, pero a Carlos nunca le importó esto, pues por su altura podía ser confundido hasta con los de tercero, y esto hacía a cualquier abusivo pensarlo dos veces antes de tratar de meterse con él. Y es aquí donde ve a una chica de su agrado y se acercó a conocerla. –“Hola amiga, ¿Qué haces? ¿Vas en éste salón?”- -“¿Eh? Ah… Hola amigo ¿Cómo te llamas?”- Conocerla fue fácil, y como su plan principal era evitar que Grisel continuara embobada con él, creía que todo iba a salir de acuerdo a su cometido. Pero hubo un inconveniente conveniente.
–“Entonces ¿Quieres ir al baile del sábado conmigo?”- -“Quiero, pero no puedo”-
-“¿Qué? ¿Porqué no puedes?”- -“Es que mi mejor amiga no tiene con quién ir, y no la puedo abandonar para ir contigo… Iría si ella tuviera con quién ir…”- -“Iremos”-
Su nombre era Carmina, iba en segundo, ella era alta como Carlos, bueno, no tanto, pero sí era más alta que muchas de las niñas de toda la escuela, era simpática y no presumida, modesta… Su amiga se llamaba Susana, flaquita y chiquita, linda, justo lo que Carlos creía que Adam necesitaba, perfecta para él.
-“Samm: ¡Conseguí unas viejas para que sean nuestras chicas en el baile de San Valentín!”- -“¿Conseguiste? ¿nuestras? ¿Conseguiste a alguien para que yo saliera? Yo le iba a decir a Grisel que si iba conmigo…”- -“Adam, basta, sabes que Grisel nunca te hará caso, eres pequeño, ella está en tercero, tú en primero, si miras hacia arriba no trates de mirar al espacio, mira al cielo… Llegará el momento en el que tú estés en tercero y ya, no habrá problema, ahora alégrate por tu nueva novia, esta linda, se llama Susana”- -“¿Susana? ¿Y cómo se llama la tuya? Porque dijiste viejas, no vieja”-
-“Carmina. Anda, vamos a que las conozcas, estoy seguro que te gustará la tuya, y también la mía, pero ella es mía y nada más ¿ok?”- -“Ok”- Dicho y hecho, Susana fue del agrado de Adam, y acudió con ella al baile del día del amor. Carlos asistió con Carmina, y Teodoro solo, pues días antes del baile, se dio cuenta de su gusto por Ximena, pero cuando trató de decírselo, ella le contó que estaba saliendo con otro chico, Daniel, a quien Teodoro consideraba “su peor enemigo”.
Ximena era una niña noble, linda y atrevida. Era rezongona en su casa, pero era una muy buena amiga en la escuela, siempre se metía en los mismos problemas que los niños, y por eso ella era mal vista desde los ojos adultos. Al igual que Carlos y Teodoro, sentía un singular aprecio por Adam, defendiéndolo cuando fuese necesario y apoyándolo en sus momentos de decadencia.
El día del baile, Teodoro y Samm se vieron antes, e igual llegaron más temprano que Ximena, Alberto, Angélica, Carlos, Carmina, Susana, y otra amiga de ellas de nombre Yolanda. Y en ese tiempo, Teodoro le contó de que le gustaba Ximena, igual le recomendó que dejara su obsesión con Grisel, que solo decepción le traería.
Los siguientes en llegar fueron Beto y su novia Karla, y entonces algo sucedió cuando ella miró a los ojos de Samm, y entonces su mirada se perdió… Todos lo notaron, e inmediatamente Beto le llamó, sin conseguir reacción alguna. El momento cohibió al mirado, y preguntó con fuerza –“¿¡Qué!?”- Y “el hechizo” se rompió. –“¿Qué onda contigo? ¿Porqué te le quedaste mirando de esa forma?”- Preguntaba Beto a su pareja, pero ella contestó con un simple -“No sé”- ocultando esa obsesión hacia la mirada que descubrió como puente a un lugar más lejano de lo que cualquiera hubiese ido jamás.
-“Ven, vamos a hablar, vamos por allá, quiero hablar en privado. Ahora volvemos, chicos”- Tomó a su novia del brazo y se alejó de sus amigos con dirección más lejana que el patio.
En lo que los demás llegaban, Teo y Samm estuvieron con otro amigo llamado Miguel, y su hermana Jessica, quien también todo el tiempo estuvo séle insinuando a Samm.
–“Anda Adam, casémonos”- Había un registro civil falso, en el cual se suponía se podía contraer nupcias ficticias con otras niñas de la escuela. Hasta que se casaron, Jessica lo dejó de molestar, y se fue a su casa con su hermano.
-“Hoy tras pegue Sammy, quién sabe que loción te echaste”- Fue lo último que le dijo Teo a Samm antes de la llegada de Sue y Yolanda. Carlos y Carmina no llegaron, nunca revelaron nada sobre aquella tarde a nadie. Y mientras Adam echaba novio con Susana, Teodoro encontró a una niña que iba con él en la primaria y no lo dejó de molestar durante todo el baile, era una niña horrenda, tan gorda que el perseguido le llamaba Keiko.
Alrededor de un mes después Carlos y Carmina terminaron, e igual Adam y Susana, simplemente por ligeras diferencias. Problemas de adolescentes, nada grave. Pero en lo que ayudó esto a Adam fue alejarse de Grisel, y buen resultado tuvo. Ella dejó de interesarse en Carlos, y consiguió un novio más de su edad, de afuera de la escuela.
El salón pintaba diferente, y algo que no había aparecido aún a los ojos de Adam apareció, ahí frente a él siempre había estado una niña de su gusto, más de su estilo, más de su edad; se llamaba Sara, y estaba siempre metida en los mismos problemas de Samm y sus amigos, solo que él nunca se había fijado en ella hasta después de haber terminado con Susana. Tras abrir los ojos, fue haciéndose más y más su amigo hasta un día atreverse a pedirle que sea su novia, y ella aceptó. Extrañamente, una vez que terminó la obsesión de Adam por Grisel, éste empezó a tener más popularidad que Carlos y Teodoro juntos, todas la niñas que conocían a Samm querían tener que ver con él, y hasta los chicos que no lo conocían le temían, todo a pesar de ser un niño de primero y nada más que eso.
Y habiendo visto ya la suerte del pequeño Samm, Teo no podía quedarse parado sin hacer nada, así que decidió ir a resolver los problemas con Daniel para poder andar con Ximena de una vez por todas. Como era costumbre en esa escuela, si querías andar con una niña que ya tuviera novio, tenías que ir con éste, romperle la cara, y la chica era tuya, así de primitiva era la cosa. Así que Teodoro convocó a todo el alumnado para ir a presenciar la madriza contra Daniel, y eso de ir a ver las peleas de los demás también era costumbre escolar.
Ahí iban todos, sedientos de sangre, ansiosos por ver a un desconocido perder su dignidad de estudiante todo por una dama, y peor aún, una dama que seguro no iba a durar más de tres meses. Cientos de niños marchando hacia un parque cercano que se usaría de campo de batalla. A la cabeza de la marcha iban Ximena, Daniel acompañado de su mejor amigo El Bicho, y Teodoro llevando de acompañante a Adam. Los acompañantes eran para recoger a sus luchadores si perdían y buscarles auxilio. Eran como las dos o tres de la tarde cuando Daniel lanzó el primero de los golpes, atacando a Teo de una forma brutal, casi bestial; según contaban, en las tardes, saliendo de la escuela, Daniel iba a clases de boxeo, y eso era mal presagio para Teo. Otra costumbre de las luchas por la novia era la de hacer apuestas a ver quién ganaba, en esta lucha todos habían apostado a favor del boxeador, solo los amigos de Teodoro apostaban por él, pero más por compromiso que por convencimiento, a pesar del tan conocido fuerte carácter de su gallo. Y después de todo, las mayorías tenían razón, tras una larga sesión de golpes al estómago, Daniel tumbó a Teodoro, dejándolo inconsciente en el césped donde se peleó. Las masas aplaudieron al ganador, quien alzada presumido sus victoriosos brazos, el Bicho le decía buenos halagos por su buena presentación, y Ximena miraba tristemente de reojo a quien a pesar de todo era uno de sus mejores amigos. Adam y Beto corrieron para ver si su amigo estaba en buen estado, pero Teo hasta los ojos cerrados tenía –“Teo, despierta wey, te madrearon, te quitaron a tu chica, despierta…”- Susurraba Samm cerca de la cara del caído, y como milagrosamente, éste abrió unos iracundos ojos, que radiaban odio, ojos asesinos, capaces, indestructibles.
-“¡Daniel! ¿A dónde vas? ¡Esto apenas está comenzando!”- La gente entera volteó la mirada sorprendida al que parecía revivir, y esperaba acabar con su adversario donde este lo había dejado a él. –“¿Qué? ¿Cómo es posible? Estabas desmayado… Bien… Si así es esto…”- decía el rival para sí mismo, y se encaminaba de nuevo hacia el parque, seguido por los cientos de niños que todavía seguían en el lugar, vitoreando al ganador. Todos oyeron el crujir de la mandíbula de Daniel cuando Teo le dio el primero de los golpes; la sangre por fin brotó, y para no dejarlo desvanecer, el golpeador le daba para arriba, conteniendo su peso con sus puños al pegar en sus costillas, pero Daniel cayó a fin de cuentas, aún más herido que cuando Teo cayó la primera vez. La audiencia coreaba con felicidad Teo, Teo, quien tomaba la mano de una Ximena orgullosa. –“Lo hiciste, ¡Ganaste!”- Gritaban sus amigos. Y justo antes de partir, se acercó a donde Daniel yacía tratando de ser reanimado por El Bicho, los miró a ambos con tanto rencor que el amigo dio un torpe paso hacia atrás dejando al vencedor dar una última patada al malherido, después, Teo y los suyos dejaron el lugar. De Daniel nadie volvió a saber nada de él; hay rumores de que Teo le quebró la mandíbula y todas las costillas, pero a fin de cuentas eran solo historias. Luego de ese día, Teo se quedó con Ximena y se volvió el más temido de toda la escuela.
Hay una hora precisa en la que las sombras dan a luz a la maldad, y cuando esta se expande por lo sentidos, hambrientos de experiencias, se dan cuenta de verdades que era mejor que no supieran, pues la verdad es el sentir más crudo de todos, y ni la ignorancia ni el desinterés pueden evadir tan poderosos actos.
En la escuela, como en todas las demás había clases que no gustaban a los alumnos, y la manera más fácil de evadirlas era saltándose las clases. Los faltistas solían esconderse en un salón en construcción que la dirección había asignado para “salón de la clase de artes”, así que los albañiles solo venían a trabajar los fines de semana, y mientras, entre semana servía como refugio de los ausentes. Samm, Carlos y Beto eran de los más frecuentes usuarios de él, y aún cuando todos lo sabían, nadie los delataba. Fumaban, platicaban y perdían el tiempo.
Una de esas veces, ahí estaban los tres haraganeando, cuando llegó Grisel y les dijo
–“Deben de venir ahora, algo muy raro ocurre, y no invento, ni nada ¡Vengan!”- Exponiendo sus pellejos a que la directora los castigara por no estar en clase, los tres salieron al patio para ver. –“Miren al cielo”- El firmamento oscurecido como si la sombra de la tierra lo cubriera, la luz proviene de ella, sirviendo como espejo para ese omnipotente ojo del cielo. Y más ahora que nunca el ojo era tangible; un halo de verdad rodeaba al sol, delimitando la oscuridad y la luz con un arcoiris circular que rodeaba la esfera de fuego que nos da la vida. Perplejos miraban el extraño cielo levantado frente a ellos, bizarro y extranjero, revelador. Pues a pesar de su mirar ajeno, ese manto sobre ellos era un libro de las verdades, eterno, y arrebatadoramente sincero. Las nubes se movían dibujando hechos llenos de muerte y doloroso recordar, un recordar marchito y hasta ahora oculto, por el ilusionante efecto de la reencarnación. Y qué gran impresión el ser ellos quienes estelarizaban el teatro de los cielos, el portal en el tiempo. De repente, las figuras fueron remarcadas con electricidad, dando paso a un rayo que se abriría paso entre ellos para caer justo frente a los espectadores.
La verdad estaba dicha, tanto como Grisel, Beto, Carlos y Samm sabían su procedencia, no importaba lo oscuro que fuere. Y solo ellos cuatro lo compartían. Las miradas bajas, pasmadas de inocencia, miedo y desesperanza. –“Entonces… tú eres el anticristo”- Decía Beto a Adam, desconfiando de su naturaleza –“Samuel… Contéstale”- Grisel continuaba tras ver la mirada de Adam estudiando sus zapatos. Interrumpe su pavor, y voltea a ver a sus amigos –“No soy esa clase de anticristo”- -“Yo creo en ti, sé que esta vez, pase lo que pase, honrando a los otros anticristos abnegados, tal como lo fue Dimoxtrill, tú lucharás contra las barreras que se te antepongan, sean cuales sean, ¿no es cierto, amigo?”- Carlos sonríe y pone su mano en el hombro de quien ahora guía a los hijos del infierno, y contesta con un -“Sí”- -“Y nosotros estaremos ahí, si es necesario, para morir otra vez por ti”- Grisel y Beto poco a poco van tomando confianza, y creen en el positivismo de Carlos, tomando siempre en cuenta el ejemplo de quien una vez fuese tutor del Adam del ayer, Bartolomeo Dimoxtrill. –“Y… ¿Heather?”- dice finalmente Grisel, al ahora saber que el alma del tirano del pasado estaba capturada en el cuerpo de Teodoro. Nadie contesta, solo continúan, cada quien a su destino, todos con un mañana de incertidumbre, parece que esos niños se volvieron viejos cuando el sol oscureció al tiempo.
Esa semana, en la TV se anunciaban malos bríos sobre la venida apocalíptica de los días cercanos. El volcán Popocatepetl había tenido actividad durante ya casi una quincena, maldecido por las predicciones de los geólogos del lugar, quienes consideraban una quimera el estado natural de quien llora a la mujer dormida. El problema con la erupción del Popo era la cercanía con la ciudad de México, pues si esto llegara a acontecer las consecuencias serían catastróficas. Samm admiraba esto desde la pantalla de su televisor, oyendo las incrédulas opiniones de los miembros de su familia, y cualquiera que pasara a su lado. El sabía que no era simple coincidencia, era tan solo un ligero síntoma del final por afrontar, y pronto el mundo se daría cuenta de su porvenir.
Una mañana, un par de días más tarde, Fanny y Jorge se disponían a llevar a Adam a la escuela, y al salir de la casa, vieron al mundo diferente. Una capa de polvo de azufre cubría al mundo exterior, todo, desde el patio, hasta los coches, hasta las banquetas, hasta los árboles con sus nidos y sus aves; y la lluvia de azufre no pararía en un buen rato todavía. La tele justificaba la lluvia como una pequeña nada, hasta un buen presagio a una ya próxima tranquilidad del volcán. No era verdad.
La sombra del fin se acomodaba sobre los ilusos seres que habitaban la Tierra, el suelo se agrietaba al no poder contener la maldad de los infiernos, la negritud de lo que viene va haciéndose segundo tras segundo más como bestia que tragaría la humanidad, como incertidumbre por el sentido común, como un infinito omega del que, cual ojo del huracán, ya no existiese salida.
Pablo Suárez, 1997
30.11.09
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